jeudi 16 juillet 2009

Poema: Torrente

TORRENTE

Uno no decide nada
las cosas se caen de su propio peso.

Los terribles trombones relámpagos
que abandonados retumban en el cielo
no son obra ni gracia alguna,
choques ciegos entre nubes locas.

Y se descuelga el torrente,
lagunas enteras se despeñan,
sin aviso, reflexión siquiera;
nadie decide nada, las cosas caen solas.

Un granizo, una pelota de tenis,
un avión repleto de gente.

El movimiento es ciego.

Las neuronas (tuyas y mías)
chocan aleatoriamente.

lundi 13 juillet 2009

Las Letras de tu nombre. Segunda Entrega: ABCdario


Abecedario.

Todo comenzaba con una letra, una mayúscula que iniciaba cada párrafo; todos los libros que había visto de reojo, buscando imágenes que la transportaran al misterio, estaban llenos de palabras, que seguidas las unas con las otras formaban sentencias, párrafos que final y maravillosamente se convertían, casi como por magia, en cuentos y en historias, en Príncipes de piedra que visitaban ciudades a través de sus ojos de zafiro o de la gentileza de una comedida golondrinita, o en poemas de princesas tristes que han perdido la risa, que han perdido el color.

El libro que tenía ahora en las manos no era la excepción: se abría con una enorme Z enigmática escrita en un estilo diferente al del resto, como si de élla se desprendiesen ramas y raíces, como si estuviese tallada en la piedra...

-"Zeta, Zafiro, Zenit, Zorro, Zampoña, Zanahoria; quizás nunca, hasta hoy, te hayas preguntado por qué tu nombre comienza con esta enigmática letra, pero así como élla comienza tu nombre, de igual forma termina lo que llamamos comunmente el abecedario, y como tú y yo somos un poco rebeldes y muy desordenados, comenzaremos esta historia con la última letra, que no por ser la última es la menos importante: ¿te imaginas si no hubiese una letra que terminara nuestro abecedario?"

No consiguió concebir un idioma sin fin, ni siquiera podría llamar las cosas por su nombre, porque muy seguramente se llamarían de otra forma, su gato no se llamaría Bolero, ni su ciudad Barcelona.

Emprendió entonces el viaje hacia la zeta y, luego de ponerle un poco de leche a su gato que maullaba a su lado, frotandose ronroneante, se volvió a sumergir en la lectura...

-"Tomaremos primero un barco y saldremos por el mar que hoy se llama Mediterraneo buscando la antigua Persia, y atravesando el Asia, en los confines de la China, un pais muy viejo y muy lejano (en el que, según me cuentan, no existen ni la A ni la Zeta), nos espera Confucio, un anciano sabio que quizas nos pueda explicar por dónde empezar a buscar el origen de nuestra Z tan misteriosa"

Subió entonces al corsario, acompañada de hombres fornidos y un poco hoscos, se instaló cerca del que más confianza le inspiró, pensando, deseando que fuese su padre; salió el buque de Barcelona la vieja en medio del mar enfurecido: cada salto y cada ola que atacaba la nave las sentía como propias en su habitación, con el vaso de leche vacio y con el libro abierto sobre la cama, como si estuviese vivo.

Vió pasar delante de ella hermosos hombres de piel cetrina, otros de barbas rizadas y ojos profundos como el mar ya abandonado, contempló las maravillas de los Persas y los desiertos brillantes y más blancos; se perdió en los meandros que de la inmensa Mongolia llevaban al grupo hacia la ya cercana China; se topó de repente con una Muralla inmensa, más grande que cualquier cosa nunca vista...

-"Tras la Muralla vive Confucio, en un palacio escondido en una ciudad prohibida, buscando buscando podremos encontrarlo"...

Continuará...