vendredi 2 janvier 2009

Ya casi dos meses...



Tres de enero; la vida que germinaba lentamente ya ha llegado a colmar nuestras existencias, nuestro ritmo cambia, los eventos, las pequeñas costumbres, las horas y su cadencia misma se tornan diferentes.

Zoë ha llegado dulcemente, tranquilamente; su pequeño espíritu se siente en cada esquina: los rincones y lugares escondidos, inhóspitos hasta hoy, yacen ahora escondidos tras pantaloncitos, peluches, pañales y baberos; los antiguos silencios se ven traspasados, atravesados, rotos en mil pedazos por el límpido sonido, claro como el torrente de un arroyo, del llanto magnífico de su hambre matutina.

Y luchando contra el sueño aprendemos a escuchar sus silencios, su lucha por despertar, su gemidos y quejidos, la sentimos revolverse en el sueño imaginando qué sueños y qué fantasias llenaran su cabecita, ¡y abre los ojos!, y es como si el mundo mismo se creara frente a ella, como si las cosas no existiesen antes de que su mirada se posara en ellas; mi mundo comienza entonces a través de ella, miro sus ojos y me miro a mí mismo, me veo en ella y la veo en mí; sus ojos abiertos son la imagen misma de la trascendencia: ojos oceanos/ ojos mares/ ojos tierra/ ojos noche/ ojos infinitos/ ojos de agua/ ojos eternos/ ojos que me encierran.

El poder de su mirada me desarma, me desnuda en lo más profundo de mis certezas, miedos y creencias; todo cuanto creía cierto y seguro deja de serlo frente a ella, los pilares de mi filosofía, las raíces de mi escepticismo, la sensatez de mi pesimismo, mis pretenciones de cordura, nada sera lo que ayer: hoy todo en mi vida lleva su sello y su huella. 

Y mi mundo se reescribe día a día, hora a hora y minuto tras minuto que paso junto a ella; gracias a ella me conozco y conozco el mundo, y no puedo más que sentirme afortunado, ungido, señalado por el azar de haberme permitido ser su padre y de compartir un poco de su existencia; de ser su guía y amigo, de dejarme amarla más que a mí mismo, agradecido en suma de sacarme de una buena y última vez por todas de mí mismo.

Te agradezco hija: el ser, tus ojos, tus risas, tus llantos, tus manos y tus dedos de pianista; gracias por elegirme y venir a mí, que aunque todo esto sea un engaño, un azar y una casualidad, en lo mas profundo de mi ser sé que estabas destinada a iluminarnos la vida.

Te amamos.

Tus padres.